lunes, 5 de agosto de 2013

El hijoputa del sombrero



Y es verano y en Madrid ya no se paga la Ora, y podemos aparcar y llevar nuestros cuerpos a la gran urbe a un precio asequible. Y vamos al teatro. Y aunque nos sentamos en la butaca 13 nos sentimos dichosos. Cenaremos, beberemos en lo alto del cielo y desterraremos la idea, muy muy remota, de encontrar ningún sombrero incómodo bajo la cama. Mi madre siempre me dijo que yo era como la princesa del guisante. Era su manera de decirme que aspirar a la perfección hace daño, incluso paraliza. Así que, por si acaso, no miraré debajo de la cama. Que ahí se quede, que yo quiero dormir de un tirón ahora que ya hemos abierto la botella de vino.

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