sábado, 22 de febrero de 2014

De cuando alguien escribe sobre tu propia vida

LAS MADRES

Mi infancia fue un laberinto
por el que cruzaba
de camino a casa.

Entraba a jugar
y las ramas de los setos
me arañaban los tobillos y los brazos.

Cuando me perdía
gritaba el nombre de mi madre,
que nunca contestaba.

Aquel lugar olía a meo,
había plásticos llenos de moco blanco.

Al correr (tenía miedo)
esquivaba jeringuillas
y papeles de alumnio.

De los cuatro caminos
pronto aprendí
a recorrer el correcto.

Seguía buscándolo
sólo por el placer de hacerlo.
Supongo que como los otros niños.

Aprendí a sortear también las ramas
y ser sigilosa.

Nunca conté lo que vi dentro,
como todos, supongo.

Las madres
(ahora lo sé)
nunca entraron a buscarnos.

domingo, 16 de febrero de 2014

Lectura en Librería Diógenes

El próximo jueves 20 de febrero a las 20:30 tengo el placer de participar en el ciclo de Poesía que organiza Matías Escalera en la libería Diógenes de Alcalá de Henares. Leeré poemas de Desaires metropolitanos junto a José Pejó Vernis y Cistina Penalva.
 
Muchos de los libros que atesoro y que conforman mi formación literaria los compré allí, cuando estudiaba en la universidad. Hay una mezcla entre lecturas obligatorias y antojos. Me dejé las pesetas y las horas disfrutando de su fondo. Por eso me hace especial ilusión participar de uno de sus momentos. Ser parte de lo que me ha conformado como poeta y devolver una mínima fracción de todo lo entregado.
 
 

lunes, 10 de febrero de 2014

La abuela infértil



Me entristece la perspectiva de que mis
padres me vean hacerme mayor. No sólo el hijo asiste
al envejecimiento de los padres, lo que ya es bastante doloroso,
es que éstos asisten al del hijo, que es peor.
Elise Plain


La historia de una madre que siempre acunó a sus hijos. Se sacrifico quizás demasiado por ellos. Atribulada permanecía atenta a su respiración. Sabía de sus debilidades y desgracias. Envolvió su cuerpo en semillas.

Enterró sus propias manos y pies esperando el fruto. Pequeños tubérculos infructuosos. Cuatro vástagos que degeneraron el amor en podredumbre.

La madre ya no podía moverse. Se convirtió en una astilla anclada en la tierra. Ya sin hojas, sin raíces y sin frutos. 

La madre no volvió a tener brazos en los que acuñar retoños. No quiso levantar la voz. Nadie le había enseñado.

Expectante ansiaba la lluvia pero sólo conocía la sequía.

Se escapan los días y no habrá cosecha.


domingo, 2 de febrero de 2014

El patio de mi cole es particular

 
El patio de un colegio encierra toda una cosmogonía pero, aunque el mundo está apenas naciendo, ya contiene todas sus miserias y grandezas. Andando entre los chavales siempre hay que estar alerta ante los descalabros y las peleas. Por eso me acerco a un grupo de niños que ha empezado a tirarse barro. Lo encuentro divertido, incluso poco dañino frente a las guerras de pedradas que me apasionaban de pequeña. Sin embargo, estoy segura que sus padres recriminarían mi indolencia comprensiva. Así que aislo a los pequeños delincuentes. Es fácil. Sus manos manchadas de barro los delatan. El castigo no es muy severo. Una buena charla y un rato sin jugar. Cada uno en un lado del patio. Miro el reloj a menudo para no excederme. Si tuviera botas de agua es probable que yo misma chapoteara en el charco. Por fin, los libero. Dos de ellos corren raudos a jugar y se esfuman entre el resto. El tercero se queda ahí sentado y no experimenta ninguna alegría. Parece que al acabarse la diversión del barro le quedan ya pocos alicientes. Me acerco. Compungido me dice que sus dos amigos no están, que no le divierte el fútbol... y una larga lista de agravios que le separan de sus compañeros de clase. Pienso que exagera un poco y le insisto para que juegue. Le confieso mi falta de habilidades sociales a su edad y le intento hacer ver que debe adaptarse, que jugando al fútbol se divertirá, que tiene que ceder un poquito con el resto... Charla de profe para que el muchacho no sufra demasiado. Entonces, me mira a los ojos y comienza un aterrador discurso. "Profe, es que tú no entiendes lo duro que es estar lejos de tu familia, de tus primos de tus tíos... ¿Con quién voy a jugar si mis padres llegan casi a las 21:00 y no tengo hermanos?". Y me empieza a atraladar ese "No sabes lo duro que es..." casi entre lágrimas, una y otra vez, mostrando una soledad aterradora. Le miro. Tiene siete años y parece ya un anciano. He de confesar que me da bastante miedo, parece que miro en un espejo de vacío y ansiedad. Antes de que le diga lo puta que es la vida y hundirle en la más honda de las miserias, llega una niña con una brecha en la frente. Suspiro, casi feliz, me disculpo ante el muchacho que sigue hablando y empiezo a sentirme algo más útil. Al menos la brecha en la frente dejará de sangrar con unos pequeños cuidados. Para lo otro no tengo ningún remedio en la chistera.